¿Con formación escasa se puede ser un buen coach?

¿Con formación escasa se puede ser un buen coach?

Cada día me convenzo más de lo desafortunado del término «coaching» para denominar esa intervención laboral y vital que practicamos algunos profesionales con vosotros. Hace unos días volví a ver la película «Cantando bajo la lluvia«, ambientada en 1927, hace casi un siglo, y en la puerta de una maestra de dicción rezaba: «Diction Coach». Claro, coach es entrenador en inglés y los anglosajones llevan aplicando esa palabra durante centurias a una miríada de profesiones; para países de habla hispana, sin embargo, es desaconsejado porque, en lugar de aclarar, revuelve el río.
Hace unos días nos telefoneba un directivo, viejo conocido, el cual era ajeno a mi giro profesional de
los últimos 10 años. Nos proponía que, para que hubiese una masa crítica de alumnos en un curso de coaching ejecutivo -homologado por una de las asociaciones existentes en España- que él quería hacer, nos apuntáramos con él. ¡Por sólo 80 horas y menos de la mitad de dinero que costaban otros cursos de coaching, te podías certificar!, nos dijo.
Es alarmante que haya escuelas vendiendo ese mensaje, y es más alarmante si cabe que las asociaciones certificadoras de coaching comprometan su prestigio a medio y largo plazo avalando formaciones escasas. Pero lo verdaderamente desmoralizante para el mercado es que algunos ejecutivos bienintencionadamente se lo creen, gastan su dinero en esa formación de coaching con «c» pequeña, y luego ponen «coach» en sus tarjetas de visita.
Quienes llevamos años en este negocio sabemos que el haber sido un excelente directivo no te convierte en buen coach. Hay ejecutivos que nunca podrán ser coaches por faltarles la vocación, o la personalidad o el talento, o varias de estas cosas a la vez. Y aquellos que posean simultáneamente estos tres requisitos, serán buenos si y sólo si, tras adquirir buenas bases en Psicología (preferentemente estudiado la carrera universitaria, la verdad), obtienen una certificación específica y prolongada en coaching, se pertrechan de muuuchos adicionales conocimientos y habilidades pertenecientes a un caleidoscopio de disciplinas distintas, y cambian según qué actitudes, estilos interpretativos y proyección vital. En 80 horas eso no se consigue. En 80 horas yo podría aprender lo suficiente de rudimentos de bisturí como para, en un quirófano, abrir el vientre a alguien y quién sabe si hasta extirparle el apéndice, pero el paciente moriría sin remedio.
Que cada uno de vosotros elija su Coach en consecuencia.

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13 de febrero de 2013:

Luego, en verano de 2012, tercié en una discusión en linkedin titulada «La falacia de las certificaciones de Coaching». Ahora me ha llegado nueva notificación de que a alguien más le ha gustado lo que escribí, y he releído lo que aporté. Complementa lo dicho aquí y añade algo más, así que os lo adendo.

«Donde hay seres humanos, unos acaban pescando más que otros. Hace 12.000 años más o menos que comenzó la propiedad privada, por el sencillo método de vallar sin preguntar un pedazo de tierra. Esos mismos que no habían preguntado, generaron luego las leyes para impedir que los menos avisados hicieran lo que ellos habían hecho.

Respecto de tratar personas, a mí hasta las certificaciones actuales me parecen muy insuficientes y, claro, muchos no las respetais. Ello no quiere decir que se pueda campar por el coaching a pelo. Yo me licencié en Psicología para ello, tan, tan serio me parecía tratar personas. El que va a un Coach es que no ha podido con algo, y no suelen valer cuatro preguntitas intuitivas, se precisa un conocimiento previo de muchas cosas.

Para que veais a qué me refiero, en una ocasión inventé un símil en mi blog (que luego vi copiado por otra coach como si fuera suyo, así es de nuevo es la vida de descarada). Decía: «En 80 horas, yo podría aprender lo suficiente de rudimentos de bisturí como para, en un quirófano, abrir el vientre a alguien y quién sabe si hasta extirparle el apéndice, pero el paciente moriría sin remedio».

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Maite Inglés es Coach Profesional desde 2006, en coaching personal, de ejecutivos, equipos y negocios. También ejerce el coaching terapéutico apoyándose en EMDR e Hipnosis. Acreditada PCC por ICF. Mentora de ejecutivos y negocios, y Mediadoraen conflictos civiles, mercantiles, organizacionales (intra e inter) y familiares. Economista, MBA y DEA doctoral en gestión de emociones, resiliencia y Psicología Positiva. Trabaja en español, inglés e italiano.

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3 Comments

Jacobo Marcos Malowany

Hola y gracias por tus interesantes percepciones del diario vivir de un Coach.
Me encuentro en igual situación que la que describes y si es cierto no se puede salir a ser esta profesión sin experiencia, sin horas de ejercicios y menos de crear una imagen salvadora. Ayer mismo en televisión vi esto reflejado de una coach. Lo que también te escribo es que no estamos en el negocio del coach, somos profesionales que asesoramos a conseguir cosas importantes y nos pagan por interactuar. Vocación, talento, saber estar nos dan pautas de como comunicar a otros los objetivos reales de sus vidas.

 

Unknown

Hola Maite, y que decir de los supuestos coach que nunca han recibido formación específica "es que se me da bien", dicen.
A mi también se me daba bien y por eso mismo, para hacerme profesional, busqué una formación adecuada. Un coach no es un amigo al que contarle las cosas, no es un consejero, no es solo alguien que te escucha.
Tiene que focalizarte, clarificar tus metas, que priorices efectivamente, te ayudará a que cambies…y eso, requiere metodología.
El técnico que va a tu casa a reparar una perdida de agua y detecta el fallo y lo soluciona es un fontanero, el que que va, arregla solo la perdida de agua es un "manitas". ¿a quién prefieres?
un besote Maite

 

Maite Inglés

Gracias, Elia. Eso que cuentas es clave en la cuestión que estamos dilucidando.

Besos!

 

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