Cree en ti y escribe tu futuro o “El bolígrafo de gel verde”

Cree en ti y escribe tu futuro o “El bolígrafo de gel verde”

Eloy Moreno. Foto de su propiedad
Cuando cumplí 40 años, tanteé a recontar mentalmente los libros, clásicos y no clásicos, que alguna vez había manifestado querer leer por ocio antes del final de mis días. Eran muchos, demasiados para la existencia acelerada y de demandas que llevamos. Inabarcable. Me propuse tras ello una tenaz economía de guerra: me concentraría en aquellos libros ya deseados, sin que el extenuante bombardeo editorial me desviara a cada paso de mi camino. Para mantener tal compromiso, me ayudó el que hacía tiempo que la mayoría de novedades literarias que caían en mi regazo no me empujaban a soñar o a viajar con ellas.
Continué, empero, leyendo en los diarios las críticas a las últimas publicaciones novelísticas. Muy de vez en cuando, el periodista


despertaba mi curiosidad y, ahí sí, sucumbía a la obra de turno sin ningún rubor. Hace en torno a un año y medio, mis ojos cayeron interesados sobre una reseña acerca de “El bolígrafo de gel verde”. No lo busqué entonces, aunque a partir de ahí lo vi repetidamente en los anaqueles y expositores de muchas librerías. Él, a su vez, me fue viendo también a mí, me saludaba incluso; diría que nos estábamos tomando la medida. Así, sin prisa, me dediqué a esperarle. O él me esperó a mí.

Nos encontramos a principios de este mes de julio, durante la transacción de un libro de «no ocio» -que no de no-gusto-. Me silbó suavemente, a mi izquierda, desde su tímida portada verde. Bajé la vista hacia él y, sin pensar porque ya estaba pensado, me lo llevé conmigo afianzado a la cadera.

La historia que me contó me ha conmovido, y la manera como me la contó también. Es la crónica de tantas personas en nuestro siglo que, sin darse cuenta, acaban atrapadas en vidas que no viven. En vidas que no aman, en vidas que les agostan y deslucen, en vidas donde, de puro cansancio, dejan de comunicarse con quienes más quieren. Producto del hastío y del abotargamiento, pero sobre todo del estrés y de la frustración, se embarcan en objetivos livianos que devienen cruciales a sus ojos, y en pro de éstos toman cursos de acción que se ven estúpidos desde fuera, pero que desde dentro tienen pleno sentido. El estrés nos hace tomar caminos insospechados, a cada uno el suyo, y a nuestro protagonista le da por tomarla con un bolígrafo.
Del contenido, me llamó la atención el recuento de los escasos metros cuadrados en que somos capaces de confinar nuestra existencia. El novelista habla del confinamiento físico, pero yo salté rápidamente al mental. El mundo de posibilidades es grande y, sin embargo, “es más fácil caminar entre muros que hallar el propio camino” (Álex Rovira).

También sorprende -aunque no debería, pues lo vemos cada día en nuestras relaciones o en las de otros- cómo el protagonista opta por interpretar negativamente señales equívocas verbales y corporales que emiten sus seres queridos ¡en vez de preguntarles qué ocurre! Nuestro hombre se habría ahorrado muchos disgustos de haber preguntado. No es más sabio quien tiene todas las respuestas, sino quien sabe qué preguntar y cuándo.
Quiero hablar menos del libro, empero, pues doctores y lectores tiene la Iglesia que en prensa y en Internet han pontificado acerca de la bondad o posible mejora de trama y estilo. Os confiaré meramente un par de cosas: que la novela, más que narrada, viene susurrada. Y que, ante la perspectiva de disponer de un rato para continuar su lectura, me ilusionaba como anticipando una cita adolescente. Además, la novela lograba tenerme entre sus páginas como mínimo una hora holgada cada vez (tiempo privilegiado sólo disponible durante los vacacionales momentos de siesta), experiencia maravillosa que pocos textos, sobre todo los escritos recientemente, consiguen.

Conforme iba abanicando sus hojas, me fue intrigando la figura de su autor, deseo que, de nuevo, escasas novelas despiertan. Así que, cuando la terminé, tecleé en la web el título. Recordaba vagamente, de la reseña leída, un camino personal de fe y tesón. Y aterricé en Mi pequeña historia.

Me conmovió más si cabe la historia de Eloy Moreno que la de su anónimo protagonista. Una historia de autarquía y resistencia, de “háztelo tú mismo” porque crees en ti, aunque los otros no crean o porque ya creerán cuando te conozcan. Una historia de plena vigencia en nuestro siglo, donde no se puede confiar en que el buen paño de nuestras competencias se vaya a vender desde su cómoda arca; donde nosotros hemos de ser nuestros mejores, y a veces únicos, valedores: nuestros propios comerciales, nuestros responsables de marketing, de distribución, de promociones o de producción.

Para construir su marca y lograr su anhelo y ambición, Eloy siguió, de manera consciente o no, una serie de pasos, que rememoro yo de mi cercanía con el marketing:
  1. Construir reputación de producto: qué sabes hacer y desde qué valores lo haces. La base en su odisea fue escribir la novela que él consideraba más cuidada y creer en ella; “estás perfecta”, le piropeó al terminar.
  2. Crear un envase atractivo a los sentidos y a la emoción. En su caso, autoeditar la novela de la manera que creyó más bella posible.
  3. Seguimiento cuidado de la distribución y de la publicidad. Eloy fue convenciendo uno a uno a los libreros para que dedicaran un espacio en estantería a algunos ejemplares, y se entregó a la misión de avivar diariamente, con su presencia activa a la puerta de la librería, la curiosidad de los lectores hacia su novela.
  4. Atención postventa. Tres años después de editada por primera vez, Eloy continúa contestando deferentemente, con amor, cada uno de los comentarios que los lectores dejan en su web.
A alguno de vosotros os dará por pensar que para hacer lo que hizo Eloy hace falta tener una pasta especial. En realidad, no, cualquiera puede hacerlo, aunque, para ello, debe pertrecharse de las cualidades que él desplegó o que buscó en su entorno:
        Creencia de que, con tesón y atención a la excelencia, conseguirás tu empeño.
        Poner el foco de la motivación de logro en el largo plazo, en vez de algo muy común en nuestra época como es buscar evanescentes gratificaciones a corto plazo.
        Inasequible al desaliento y alta tolerancia a la frustración.
        Dedicar tiempo de calidad al proceso de preparación: unos dos años para escribir la novela más un año largo de promoción autárquica.
        Persistir, siempre persistir, regar y abonar cada día para que los brotes tiernos no se sequen.
        Apoyo social donde refugiarse en los momentos bajos, apoyo que nos anime a seguir adelante, y apoyo que nos preste sus manos, sus pies y su cerebro cuando los necesitemos.
        Humor: el “Tour 2010” de la promoción que dice Eloy.
        Amor: por tu producto y por ti mismo.
        Confianza en que el entorno no es hostil sino maleable si insistimos con delicadeza.
Me quedo con la última frase de su pequeña historia: “Y sobre todo me he dado cuenta de que a veces los molinos no son tan grandes como los vemos”. Y me quedo con ella porque la creencia de que los molinos son gigantes es una de las que más y peor influyen en el ánimo de las personas. En este sentido, un conocido me confesaba hace un par de meses: “No he conseguido ninguno de los objetivos profesionales que me he propuesto”. Le miré y vi molinos en sus ojos. No era momento ni ocasión para recomendar mi actividad de Coaching, pero lo primero que me vino es que mi conocido se beneficiaría sin lugar a dudas de ello. Y otros como él, porque para eso está el Coaching, para cuando, como el protagonista de la novela, nos perdemos de tanto sobre-estímulo y tanta fatiga y no logramos encauzarnos hacia la salida.

La novela de Eloy nos propone, ante el estilo de vida que toca a muchos o en la que se dejan caer, la retirada hacia los campos y la montaña, más relajados. Particularmente, creo que son igual de válidos unos campos metafóricos, cuyo verde crecería a base de recabar cuanta más energía, versatilidad de saberes y auto-conocimiento posibles, que nos ayuden a construir resiliencia y serenidad. Ellos facilitarán nuestro tránsito por los vergeles que a veces semejan páramos, y por los páramos con pinta de vergeles. Si podemos realizar solos este caminar, como el protagonista de Eloy, tanto mejor. Si nos despistamos, con Coaching también vale. Por eso cada día se demanda más desde todas las profesiones, situaciones personales y estamentos.

Gracias, Eloy, por tu novela, y por cómo tu persona logró conducirla hasta donde está.

———– x ————

Te facilitamos el logro de tus objetivos. Contacta con nosotros

Maite Inglés es Coach Profesional desde 2006, en coaching personal, de ejecutivos, equipos y negocios. También ejerce el coaching terapéutico apoyándose en EMDR e Hipnosis. Acreditada PCC por ICF. Mentora de ejecutivos y negocios, y Mediadoraen conflictos civiles, mercantiles, organizacionales (intra e inter) y familiares. Economista, MBA y DEA doctoral en gestión de emociones, resiliencia y Psicología Positiva. Trabaja en español, inglés e italiano.

Ver CV completo

1 Comment

Maite Inglés

Cuando publiqué este post, escribí a Eloy Moreno en su página. Me contestó, fiel a su compromiso con sus lectores. Os transcribo misiva y respuesta. Abrazos, Maite
————————————————
Maite Inglés says:

18/09/2012 at 19:43

Apreciado Eloy,

Este verano leí tu novela. Con lo que ha supuesto para mí, he redactado la entrada para mi blog del mes de Septiembre. Espero que te guste.

http://maiteingles.blogspot.com.es/2012/09/cree-en-ti-y-escribe-tu-futuro-o-el.html

Escríbeme a mi email si te apetece comentar algo. Enhorabuena en cualquier caso.

Cuídate, abrazos, Maite Inglés

Reply

El Bolígrafo de Gel Verde says:

05/11/2012 at 23:47

Hola, Maite,
muchas gracias por escribirme.

Me ha encantado la entrada que has redactado, es de las más bonitas que he leído. Mil gracias!!

Me alegra saber que te ha atrapado tanto su lectura, que he sido capaz de transmitirte sentimientos y sensaciones a través de las palabras.

Un abrazo!

Eloy.

 

Leave a Reply