Interpreta y sé infeliz, segunda parte de «Interpreta lo que el otro no ha dicho»

Interpreta y sé infeliz, segunda parte de «Interpreta lo que el otro no ha dicho»

Para el mismo tema, elijo mismo ilustrador:
Juan Berrio, Cuaderno de frases encontradas.
Con permiso del autor. De verdad, disfrutadlo.
Es rarísimo que mis entradillas de blog generen polémica, ya que cuido y procuro el favorecer reflexión, no el encender ánimos. Quizás la temática de la del mes pasado, sobre las interpretaciones, sea más proclive a despertar sensibilidades, quién sabe, pues precisamente ha sido ese artículo el que me ha traído con un lector un intercambio inesperado y lleno de interpretaciones.

Recibí en un foro un comentario calificando la frase “Yo soy responsable de lo que digo, no de lo que interpreta el otrocomo lapidaria. Para mí, curiosa interpretación que empero no había de extrañarme, pues cada uno escucha con lo que tiene, y lo que cada uno tiene en su estructura neuronal son improntas distintas respecto de confianza y autoconfianza, sensibilidad, seguridad, autoconcepto, autoestima, complejos, creencias sobre el mundo, etc, etc, que le van dando tintes particulares a lo que escucha.
Para consensuar significados con vosotros voy a tirar de diccionarios. Algo lapidario, cuyo uso en origen era el de algo inscribible en una lápida por lo solemne y conciso, derivó luego en algo categórico o sentencioso, adquiriendo por el camino a la modernidad el tinte de algo rotundo, o cortante y seco, que puede caer como una losa. Así, me atrevo a decir que hay tonos -que no tanto palabras- lapidarios y tonos que no lo son, como hay tonos amables y tonos que no lo son. Es difícil reflejar el tono deseado en un e-mail, todos hemos tenido experiencias de equívocos y malos rollos con escritos tanto enviados como recibidos. Por eso hemos de ser muy prudentes y benevolentes a la hora de interpretar los escritos de esta veloz era moderna, para no atribuir a las personas intenciones que no tienen.

Seguía el lector comentando que, en un caso así, era mejor repreguntar y que la frase “lapidaria” no le dejaba satisfecho. Esto, ¿os suena a hecho o a interpretación? Yo, que había vivido la conversación telefónica con el potencial cliente, sabía los hechos, esto es, que había repreguntado hasta ver que no procedía ir más allá en ese momento, y que yo había emitido la frase desde el pesar y no desde la rotundidad. Aclaré, pues, eso a mi lector, recordando también que un blog no reproduce la completitud, solo lo esencial, animando a no hacer la composición de lugar sólo con lo poquito que se escribe.

La frase de marras, sobre las responsabilidades de emisor y receptor, es lugar común de coaches. Tuve yo, empero, ocasión de experimentarla mucho antes de certificarme en esa disciplina. Fue en mi primera clase del máster de Oratoria, Imagen Pública y Comunicación, y en mi máster de Telecomunicación, ambos hace unos quince años. Lo primero que te enseñan en esos programas es “En la comunicación siempre hay ruido”, humano (desde dónde hablamos y cómo escuchamos e interpretamos) o ambiental (entorno y máquinas). Así, para que mi lector le quitara el tono lapidario que le había puesto a la frase, le conté esto, con otras palabras más rápidas por estar trabajando desde el smartphone, a las que además añadí emoticonos agradables de, según creía yo, estar departiendo distendidamente. La devolución que me hizo fue la siguiente:

        ¿Quieres decir que no he sabido leer el blog?
        ¿Quieres decir que no aproveché bien la carrera de Teleco? (¿Y yo qué sabía que esta persona era Teleco?)

Supongo que la emoción que esas interpretaciones suyas le generaron no serían las más agradables. Ganas de meterse en un embolado. Tampoco yo pasé un buen rato al leerlas. Ganas de meterme en un embolado a mí. ¿A quién benefició? Según yo, a nadie.
 
 

Pensé en no contestar por no liar más la madeja que se había embrollado tontamente, pero educación manda, así que repuse pero con un lacónico «no» para evitar que otras palabras que se me ocurriera escribir dieran pie al interlocutor a elucubrar nuevas interpretaciones. La triste reflexión que he hecho después es que nuestra frase «estrella» aplicaba a mi lector, éste interpretaba mis palabras desde su propia historia personal a la que yo era ajena, desde sus filtros y negativamente. Por eso, quizás, su sensibilidad inicial hacia mi post de este marzo pasado, y por eso, quizás, su primer comentario.

Y por eso os escribo yo este addendum, para que no caigáis en parecida trampa: a lo que os digan, ateneos a la letra y no le pongáis vuestra música.


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Maite Inglés es Coach Profesional desde 2006, en coaching personal, de ejecutivos, equipos y negocios. También ejerce el coaching terapéutico apoyándose en EMDR e Hipnosis. Acreditada PCC por ICF. Mentora de ejecutivos y negocios, y Mediadoraen conflictos civiles, mercantiles, organizacionales (intra e inter) y familiares. Economista, MBA y DEA doctoral en gestión de emociones, resiliencia y Psicología Positiva. Trabaja en español, inglés e italiano.

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