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Viktor Frankl |
Estudios científicos de los últimos años tienden a avalar la tesis de que, a pesar de lo extenuante que pueda antojársenos el poder, resulta que es peor no tenerlo. Parece que la esperanza de vida y la probabilidad de sufrir enfermedad cardiovascular u oncológica es menor en altos directivos y/o políticos que en sus colaboradores, y parece que la salud empeora según se va disminuyendo en la jerarquía.
Me viene a la mente un hecho que me ocurrió hace unos días. Iba yo conduciendo y, ante un semáforo en rojo, me estreché junto a otro coche detenido a caballo entre su carril y el que yo había elegido.
Su coche era más grande y de más alta gama, pero el que el mío fuera más alto y menos pesado me permitió arrancar antes y ganarle ventaja en limpia lid, sin molestarle en su camino, o eso me pareció.
Aunque el conductor se mostró tranquilo al principio, me desconcertó que, con efecto retardado, comenzara luego a pitarme y a perseguirme, supuestamente enfadado. En mi interpretación, y seguro que alguno de vosotros me da otras quizás más acertadas, achaqué su reacción a un sentimiento suyo, quizás no consciente, de haber perdido el poder (la «pole position») que consideraba asegurado por su gran cilindrada y por haber invadido dos carriles en el semáforo.
En la vida en general, y en el trabajo en particular, es importante mantener la cabeza fría respecto de la percepción de poder. Nuestros jefes tienen cierto poder sobre nosotros, sí, pero si nos dejamos abrumar por ello y caemos en el fenómeno de indefensión aprendida (del que otro día hablaré más), es posible que después caigamos en la desesperanza, en el creer que no podemos influir en el devenir de los acontecimientos. Para mantener nuestra salud mental a niveles óptimos, es indispensable que conservemos parcelas mentales de libre albedrío donde podamos decidir.
De eso sabía mucho Viktor Frankl (*), quien, siendo prisionero de los nazis durante la II Guerra Mundial, decidió conscientemente no otorgar a los opresores y a las circunstancias todo el poder y, así, durante su larga estancia en campos de concentración mantuvo la libertad de decidir sobrevivir, y de decidir ayudar a sus compañeros de penurias menos afortunados, y hasta a algunos de sus carceleros. En definitiva, mantuvo la fe y la capacidad de disfrutar de lo mínimo que le concedió la vida durante esos años.
Y eso os traigo yo aquí, porque es un área que trabajo con algunos ejecutivos en procesos de coaching: la sugerencia de que, en la vida y en el trabajo, mantengáis parcelas de decisión netamente vuestras. Que busquéis sentido a vuestras acciones más allá del sentido que quieran darle los que tengan más poder que vosotros. Eso redundará en una mayor felicidad y en una mejor salud.
(*) Viktor Frankl fue el creador de la Logoterapia, técnica terapéutica basada en el sentido de la vida. Para saber más de su filosofía vital, echad un ojo a «El hombre en busca de sentido», libro que narra sus experiencias como prisionero en campos de concentración nazis durante la Segunda Guerra Mundial.
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Nota: este artículo es actualización del de mismo título que escribí en 2010.http://maiteingles.blogspot.com.es/2015/05/el-poder-desgasta-quien-no-lo-posee.html
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Maite Inglés es Coach Profesional desde 2006, en coaching personal, de ejecutivos, equipos y negocios. También ejerce el coaching terapéutico apoyándose en EMDR e Hipnosis. Acreditada PCC por ICF. Mentora de ejecutivos y negocios, y Mediadoraen conflictos civiles, mercantiles, organizacionales (intra e inter) y familiares. Economista, MBA y DEA doctoral en gestión de emociones, resiliencia y Psicología Positiva. Trabaja en español, inglés e italiano.
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