La falsa y hasta nociva hipnosis que muestra la televisión: 10 mitos erróneos
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Hace unas veladas, revisaba el material de uno de mis proyectos sin advertir el runrún de fondo de una televisión encendida. Levanté mi cabeza hacia la pantalla al oír la palabra “hipnosis”, y me dispuse a escuchar cómo trataría el asunto la serie de ficción de turno.
Fue descorazonador. Una joven entraba en trance profundo solo con respirar despacio unos momentos. Acto seguido, la hipnotista -a quien los guionistas habían decidido dar la categoría de psicóloga, supongo que aspirando darle a la escena el tinte científico y creíble que no poseía-, formulaba preguntas orientadas, de esas que inducen en el cliente recuerdos que quizás nunca existieron. La chica reconstruía al completo y en perfecto orden un trauma vivido en la infancia que le provocaba pesadillas inexplicables, y del que solo le llegaban retazos inquietantes cuando no estaba hipnotizada. Al terminar el recuerdo, la hipnotista despertaba a la chica muy deprisa y, además, ésta no recordaba nada de lo que había evocado bajo sugestión.
¡No, hombre, no! El parecido de esto narrado con la realidad de la práctica hipnótica, es mínimo.
Lo malo es que mostrarla ante el gran público televisivo de esa manera incompleta y desorientada lleva, en el mejor de los casos, a confusión del mercado potencial -grande a priori, por la cantidad de dificultades del ser humano que pueden abordarse con ella-. Así, ¿quién pierde? Yo lo tengo claro: la extensa población que podría beneficiarse de esta praxis pero que, víctima de la desinformación que campa, no se atreve; quizás tú mismo el primero, lector.
Lo malo es que mostrarla ante el gran público televisivo de esa manera incompleta y desorientada lleva, en el mejor de los casos, a confusión del mercado potencial -grande a priori, por la cantidad de dificultades del ser humano que pueden abordarse con ella-. Así, ¿quién pierde? Yo lo tengo claro: la extensa población que podría beneficiarse de esta praxis pero que, víctima de la desinformación que campa, no se atreve; quizás tú mismo el primero, lector.
Internet no ayuda. Si tecleamos “hipnosis”, lo primerito que aparece es una definición inexacta a más no poder (en formato itálica he marcado las palabras que indican un falso mito): “estado de inconsciencia semejante al sueño que se logra por sugestión, y que se caracteriza por la sumisión de la voluntad de la persona a las órdenes de quien se lo ha provocado”. De susto. Si alguien sensato e inteligente lee esta definición, jamás se atrevería a practicarla.
Llevo interviniendo con hipnosis desde hace diez años, tanto en procesos de coaching ejecutivo como en procesos de coaching personal y psicología terapéutica. Empecé con sugestiones sencillas pero de gran efecto, y sobre todo con EMDR-Desensibilización y reprocesamiento mediante movimientos oculares -ver mi artículo “EMDR, herramienta para disolver obstáculos que os dificultan la vida profesional o personal”.
Los constantes éxitos conseguidos con EMDR me llevaron a completar un Postgrado Experto en Hipnosis clínica, pues el procedimiento completo es aplicable a una casuística mucho más amplia. La hipnosis complementa y enriquece mis procesos de coaching, permitiendo mejorar notablemente, en bastante menos tiempo y con menor dedicación activa por parte del cliente, por ejemplo: relajación por estrés, dolores musculares asociados, rigideces comportamentales, reacciones propias que no le gustan, creencias irracionales, ansiedad, o miedos o inseguridades. Y en el ámbito más terapéutico, añadimos sin ser exhaustivos: dolor crónico, duelodoloroso o prolongado, o adicciones.
La eficacia de la hipnosis y herramientas de base hipnótica, radica sobre todo en que provocan cambios en los procesos psicológicos cognitivos y emocionales: diluyen los efectos de experiencias dolorosas pasadas que están influyendo negativamente en el logro de algún objetivo actual, o en el desarrollo de alguna habilidad directiva, ejecutiva o social.
¿Por qué creo tanto en estas herramientas? Porque mi experiencia profesional me ha enseñado que, aplicando meramente coaching-psicología cognitivo-conductual o basado en la palabra + plan de acción, a algunos clientes os puede llevar meses o años, y perseverancia y atención, el conseguir el cambio personal que deseais. ¿Por qué sucede esto? Porque, en muchas ocasiones, el obstáculo está en el subconsciente, mientras que las vías cognitivo-conductual-palabra apuntan a la corteza prefontral, a vuestro cerebro consciente. Al re-equilibrar el subconsciente con la hipnosis, el obstáculo desaparece. No es magia, es neurología.
¿Qué mitos erróneos habituales estaba reforzando de una u otra forma el trocito de serie que vi en televisión? Hay muchos, me limitaré a los 10 más sencillos:
- “En la hipnosis la persona está inconsciente”. Falso. El cliente está plenamente consciente en todo momento; tanto es así que algunos dudan de si estarán de verdad hipnotizados… 🙂
- “La hipnosis es magia, algo esotérico”. Falso. Lo que ocurre a nivel cerebral es que, en el proceso hipnótico, el subconsciente está también trabajando, procesando las sugestiones y los recuerdos, solucionando problemas aunque de modo menos aprehensible para el consciente.
- “El cliente obedece órdenes del hipnotizador”. Falso. El profesional propone sugestiones que el cliente puede seguir o no, según decida. Además, nadie puede ser hipnotizado si no quiere.
- “La hipnosis es peligrosa, puedes quedarte “enganchado” o quedar dañado”. Falso. La hipnosis PRACTICADA POR MÉDICOS O PSICÓLOGOS debidamente formados, que somos quienes conocemos la mente humana, es totalmente inocua. La persona sale del estado hipnótico cuando quiere y con solo beneficios.
- “Si no eres sugestionable, no pueden hipnotizarte”. Falso. Ser sugestionable o no es muchas veces cuestión de querer, no de biología. Decía el famoso fisiólogo Pavlov que “la sugestión es el reflejo condicionado más simple del hombre”.
- “La persona entra en trance solo con atender a la respiración o con un chasquido del hipnotizador”. Falso. No pocas sugestiones pueden funcionar sin el paso previo introductorio de inducción hipnótica, pero lo habitual es proceder a esa inducción por cuanto incrementa la sugestionabilidad, contribuyendo a la eficacia y profundidad del procedimiento.
- “El cliente cede el control de su mente al hipnotizador”. Falso. El cliente tiene en todo momento el control de lo que dice o hace, nadie puede obligarle.
- “La hipnosis es un procedimiento pasivo, necesita de un profesional en todo momento”. Falso. La hipnosis es una destreza que se aprende; de hecho, el procedimiento que el/la profesional aplica en las sesiones, puede luego auto-administrárselo el cliente para que no necesite depender a largo plazo del profesional.
- “El cliente duerme y se despierta”. Falso. La hipnosis comparte con el sueño el ser un estado aternativo de conciencia, nada más. Las personas sometidas a hipnosis de verdad por hipnotistas profesionales médicos o psicólogos, no despiertan por la sencilla razón de que no se han dormido, están despiertas durante todo el proceso; si no, no sería hipnosis sino siesta.
- “El cliente olvida lo que acaba de rememorar hipnotizado”. Falso. Se recuerda potencialmente todo. Lo que ocurre es que, en el reprocesamiento, el recuerdo se integra con la experiencia global de la persona y deja de molestar.
Como ves, la hipnosis tiene muy poco que ver con lo que nos muestra la televisión o cualquier espectáculo de sala de fiestas.
Fundamental: no os dejéis intervenir por nadie que no pueda acreditaros los títulos de psicólogo o médico. Hacer lo contrario sí es buscarse problemas a lo tonto.
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Maite Inglés es Psicólogo Coach desde 2006, en los ámbitos de coaching personal, de ejecutivos, equipos y negocios. También ejerce el coaching terapéutico apoyándose en EMDR e Hipnosis clínica. Acreditada PCC por ICF. Mentora de ejecutivos y negocios, y Mediadora en conflictos civiles, mercantiles, organizacionales (intra e inter) y familiares. Economista, MBA, Psicólogo y DEA doctoral en gestión de emociones, resiliencia y Psicología Positiva. Trabaja en español, inglése italiano; también en formato telefónico o vídeoconferencia.
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